sexta-feira, 29 de novembro de 2019

Antecedentes e causas da atual crise política e social na América Latina


Antecedentes de la situación actual de las naciones Latinoamericanas
(nota del Consejo Mundial de Iglesias)
América Latina es la región más violenta y más desigual del planeta; pero también, demográficamente, la más cristiana.
Las tasas de violencia, sobre todo de la violencia de género, siguen siendo excepcionalmente altas en muchas partes de la región. La violencia generalizada se combina con el fácil acceso a las armas, el tráfico de drogas, el contrabando, la delincuencia organizada y las bandas.
La pobreza y la desigualdad son problemas persistentes y en aumento. En 2017, un total de 184 millones de latinoamericanos vivían en la pobreza (30,2% de la población), de los cuales, 62 millones sufrían la pobreza extrema (10,2% de la población, el porcentaje más alto desde 2008). Se estima que estas cifras seguirán en aumento en 2019.
El 40% de la población ocupada de la región de América Latina y el Caribe recibe ingresos que están por debajo del salario mínimo establecido en su país, y esa proporción es mucho mayor entre las mujeres (48,7%) y los jóvenes de entre 15 y 24 años (55,9%). En el caso de las mujeres jóvenes, esa cifra alcanza el 60,3%. Más de la mitad de las mujeres empleadas (51,8%) trabajan en sectores de baja productividad y el 82,2% de ellas no están afiliadas o no están incluidas en un sistema de pensiones.
En el 10% de los hogares más ricos de la región se concentra, en promedio, el 34,1% de la renta total.
Los efectos del cambio climático profundizan las brechas de desigualdad en las comunidades de la región. La vulnerabilidad se intensifica con las industrias extractivas, los monocultivos y el crecimiento de las megaciudades; fenómenos vinculados al modelo de producción dominante.
Las compañías multinacionales y los individuos ultraricos son en muchos lugares más poderosos que los gobiernos. La independencia, la voz y la vitalidad de la sociedad civil están cada vez más amenazadas, y aumenta cada vez más la influencia de los grupos religiosos en la política. Se incrementan la polarización y la inestabilidad en la sociedad y en la política.
Los virajes hacia el populismo en la política de algunos países de la región han venido acompañados de un retroceso en el respeto del estado de derecho y de muchos derechos humanos, libertades civiles y protecciones sociales y medioambientales que habían sido conquistados con mucho esfuerzo. Hay varios Estados que no respetan el derecho internacional humanitario o el derecho internacional de los derechos humanos, discriminan a las personas desplazadas y a los refugiados, y dan más importancia a la seguridad que a la justicia.
En toda la región, las mujeres y los pueblos indígenas son siempre los más afectados por la pobreza extrema, la violencia y las múltiples vulnerabilidades.

Nota do CMI sobre a situação da América Latina


Declaración del Consejo Mundial de Iglesias sobre las situaciones preocupantes que se viven en la región de América Latina
América Latina vive un periodo de excepcionales crisis simultáneas. Brasil es uno de los países cuya situación nos preocupa, pues enfrenta una compleja crisis de polarización política y social, que afecta al estado de derecho, a los derechos humanos y a la protección del medio ambiente, a la vez que reduce el espacio de la sociedad civil. Mientras, en Chile, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Paraguay, Perú y Argentina ha habido protestas masivas y crisis políticas que han afectado a sus gobiernos, economías y sociedades. En algunos casos, como en Chile, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Colombia, las protestas populares han desembocado en enfrentamientos violentos y muertes.
El Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), reunido en Bossey (Suiza), del 20 al 26 de noviembre de 2019:
Expresa su profunda preocupación y alarma ante la concurrencia de tales niveles de agitación en tantos puntos de la región latinoamericana, que afecta a sociedades e iglesias en toda la región.
Destaca los efectos y consecuencias para las comunidades pobres y vulnerables, especialmente para los pueblos indígenas y afrodescendientes, así como para el estado de derecho, la democracia, los derechos humanos y la protección del medio ambiente, en una región que posee algunos de los mayores depósitos de biodiversidad que aún se conservan en el planeta.
Insta a los gobiernos y dirigentes políticos de América Latina a que:
a)     apoyen y refuercen las instituciones de la democracia y del estado de derecho, y protejan el espacio político para la sociedad civil;
b)     escuchen las voces del pueblo, tomen en serio sus reivindicaciones, protejan sus derechos y su seguridad, y promuevan su bienestar social y económico;
c)      hagan frente a los altos niveles de desigualdad patentes en muchos puntos de la región, promuevan la inclusión social y económica, y garanticen una redistribución justa y equitativa de la riqueza, mediante disposiciones fiscales progresivas y protección social;
d)     tomen medidas urgentes contra los altos niveles de violencia en la sociedad, especialmente la violencia armada y la violencia sexual y de género;
e)     se comprometan a dar prioridad a la protección del medio ambiente y de la biodiversidad, y también de la seguridad y de los derechos de los defensores del medio ambiente y de los pueblos indígenas; y a tomar medidas contundentes para fomentar la adaptación y la resiliencia ante el cambio climático y para mitigarlo;
f)       aborden los asuntos relacionados con el desplazamiento y la migración, uno de los problemas más desatendidos y abrumadores que enfrentan millones de personas en la región, de manera que se atienda a las causas fundamentales del desplazamiento y se garantice el respeto de los derechos humanos y de la dignidad de todos los migrantes y desplazados.
Expresa especial inquietud por la polarización de las sociedades, comunidades e iglesias de la región, que no deja espacio para el diálogo constructivo, basado en los principios éticos y morales fundamentales de justicia, dignidad humana y cuidado de la creación.
Reitera el compromiso del CMI y de sus iglesias miembros en otras regiones de acompañar a las iglesias de América Latina en sus esfuerzos por la justicia y la paz en circunstancias tan complejas y desafiantes.
Se compromete a intensificar la colaboración con los asociados ecuménicos, en particular con la Iglesia Católica Romana y con ACT Alianza, para apoyar la labor de las iglesias de la región en pro de la justicia y la paz.
Solicita al secretario general del CMI que estudie la viabilidad de establecer en la región un Observatorio Ecuménico para los Derechos Humanos y la Democracia, en cooperación con la sociedad civil, los gobiernos y los asociados intergubernamentales.

quinta-feira, 28 de novembro de 2019

O Evangelho dominical (Pagola) - 01.12.2019

REORIENTAR A NOSSA VIDA

Nem sempre é fácil dar um nome ao mal-estar profundo e persistente que podemos sentir em alguns momentos da vida. Assim me foi confessado em mais de uma ocasião por pessoas que, por outro lado, procuravam algo diferente, uma luz nova, talvez uma experiência capaz de dar nova cor ao seu viver diário.
Podemos chamá-lo de vazio interior, insatisfação, incapacidade de encontrar algo sólido que leve ao desejo de viver intensamente. Talvez seja melhor chamá-lo de tédio, cansaço de viver sempre o mesmo, sensação de não acertar com o segredo da vida: estamos nos enganando em algo essencial e não sabemos exatamente em quê.
Às vezes a crise adquire um tom religioso. Podemos falar de perda de fé? Não sabemos já em que acreditar, nada consegue iluminar-nos por dentro, abandonamos a religião ingênua de outros tempos, mas não a substituímos por nada melhor. Pode então crescer em nós uma sensação estranha: ficamos sem qualquer referência para orientar a nossa vida. O que podemos fazer?
A primeira coisa é não ceder à tristeza nem à crispação: tudo está nos chamando para viver. Dentro desse mal-estar tão persistente, há algo muito saudável: o nosso desejo de viver algo mais positivo e menos falso, algo mais digno e menos artificial. O que necessitamos é reorientar a nossa vida. Não se trata de corrigir um aspecto concreto da nossa pessoa. Isso virá talvez depois. Agora, o importante é ir ao essencial, encontrar uma fonte de vida e salvação.
Por que não paramos para ouvir esse chamado urgente de Jesus para despertar? Não sentimos a necessidade de escutar as Suas palavras? «Mantenham-se acordados», «percebam o momento que estão a viver», «é hora de despertar». Todos temos que nos perguntar o que estamos negligenciando em nossa vida, o que precisamos mudar e a que precisamos de dedicar mais atenção e mais tempo.
As palavras de Jesus são dirigidas a todos e cada um de nós: «Vigiai». Temos que reagir. Se o fizermos, viveremos um desses raros momentos em que nos sentimos despertos desde o mais profundo do nosso ser.
José Antônio Pagola
Tradução de Antônio Manuel Álvarez Perez



quarta-feira, 27 de novembro de 2019

ANO A | TEMPO DE ADVENTO | 1° DOMINGO – 01.12.2019


Despertemos, e deixemo-nos guiar pela Luz do Senhor!
Para os cristãos, o sentido do tempo que antecede o Natal é o que verbalizamos na oração da coleta da celebração de hoje: o ardente desejo de acolher o Reino de Deus, de congregarmo-nos à comunidade dos justos, de caminhar com nossas boas ações ao encontro do Ungido e Enviado de Deus. Nossa atenção não se dirige às luzes que piscam, às músicas harmoniosas, às despensas abarrotadas de comidas e bebidas, às viagens deslumbrantes ou aos presentes vistosos. Antes, acolhemos o convite: “Vamos subir ao monte do Senhor, para que ele nos mostre seus caminhos... Vinde, e deixemo-nos guiar pela luz do Senhor!”
Como a comunidade de Mateus, temos consciência da vulnerabilidade das nossas comunidades, das pressões internas e externas que elas sofrem, e das distrações que podem ameaçar a fidelidade dos discípulos e discípulas de Jesus. A intolerância e a apologia da violência como caminho para a segurança, a defesa da livre e irrestrita exploração econômica dos mais fortes sobre os mais fracos, a primazia dos direitos do Mercado e do Capital sobre os direitos dos humanos coloniza a mente e o coração de muitos cristãos. Anestesiados e idiotizados, aderem ao programa de um partido que escolheu como seu número o de um calibre de arma...
Àqueles que flertam com o poder sedutor das armas e da intolerância, da perseguição e do extermínio de quem pensa ou vive diferente e que, a partir dos próprios medos e ambições, definiram como inimigos, o profeta Isaías provoca: é preciso permitir que o Senhor – aquele que mostrou seu rosto e seu coração no homem que nasceu suspeito em Belém, viveu cercado de proscritos e morreu vítima da pena de morte – nos ensine e oriente. Quem assimila sua Palavra, transforma espadas em arados, e lanças em gadanhos. Quem o segue não pega em armas contra ninguém. Quem se reveste dele, não entra em combates estúpidos.
Mas fácil e atrativo nos parece também seguir as placas que nos levam aos templo do consumo, aos palácios da indiferença, às praças do faturamento e do acúmulo. À nossa embotada sensibilidade, tudo isso parece aprazível, luminoso e precioso. Parece-nos que nisso estão os fundamentos sólidos e imutáveis de uma vida feliz, da tão sonhada dignidade humana, da paz duradoura. E, então, uma simples diminuição do poder de consumo basta para que nos angustiemos e caiamos no medo. Mais do que nunca, precisamos viver e caminhar atentos, preparados, vigilantes. Já é mais que hora de despertar, adverte-nos Paulo.
Além disso, o que pode nos distrair são também algumas atividades normais e cotidianas, que sustentam a continuidade de um estilo de vida dado por certo e definitivo: comer e beber sem se importar com a partilha; casar e dar-se em casamento sem compromissos com quem não pertence ao núcleo familiar; trabalhar a terra e moer o trigo como se o meio ambiente não estivesse ameaçado; rezar e louvar a Deus sem considerar a caridade e sem esperar e preparar a vinda do reino de Deus. Jesus adverte: a meta e o sentido da vida e da história é a vinda do Filho do homem, e nada pode nos distrair da preparação desse evento.
Viver vigilantes e preparados, tanto no tempo do advento como nos outros momentos da vida, para não sermos surpreendidos pelo ladrão que poderá nos roubar aquilo que entesouramos de modo afoito e idiota: eis o apelo do evangelho de hoje. Esta vigilância não nos tira do mundo e das justas lutas que precisamos travar. Antes, é uma postura ativa e alerta que nos ajuda a continuar lucidamente nossas tarefas, construindo o Reino de Deus no mundo, tornando a Igreja visceralmente fraterna e evangélica, sempre e em tudo amando e servindo, caminhando entre as coisas que passam abraçando as que não passam.
Por isso, precisamos mergulhar no espírito do advento e aguçar a evangélica sensibilidade para identificar os pequenos sinais que teimam em aparecer no ventre de mulheres humilhadas, em estrebarias das periferias mais hediondas, nem mãos abertas e desarmadas de gente que confia na fraqueza, em corações generosos que compartilham sonhos e caminhos, nem movimentos que se erguem como o indefeso Davi diante do Mercado gigante e idólatra. Precisamos levantar a cabeça diante dos que venceram pela mentira e pretendem governar pela intimidação, pois diverso é o Filho do Homem, o Humano.
Deus pai e mãe, amor eternamente jovem e criativo que está sempre vindo ao nosso encontro: dissipa o medo e cura as feridas que a prepotência dos violentos deixa em nossos corpos. Conduz aqueles que ainda acreditam em ti ao templo silencioso e misterioso da carpintaria de Nazaré, e ajuda-nos a perceber que ali moram a resistência mais corajosa e a ousadia mais libertadora. Desperta-nos do sono da ignorância, livra-nos da noite do cinismo e mostra-nos o caminho da justiça, da reconciliação e da paz. Assim seja! Amém!
Itacir Brassiani msf
Profecia de Isaías 2,1-5 | Salmo 121 (122)
Carta de Paulo aos Romanos 13,11-14 | Evangelho de São Mateus 24,37-44

quarta-feira, 20 de novembro de 2019

O Evangelho dominical (Pagola) - 24.11.2019 (Cristo Rei)


RECORDA-TE DE MIM

Segundo o relato de Lucas, Jesus agonizou no meio do escárnio e desprezo daqueles que o rodeavam. Parece que ninguém entendeu a Sua vida. Parece que ninguém captou a Sua entrega aos que sofrem nem o Seu perdão aos culpados. Parece que ninguém viu no Seu rosto o olhar compassivo de Deus. Parece que ninguém intuiu nessa morte mistério algum.

As autoridades religiosas zombaram dele com gestos depreciativos. “Pretendeu salvar os outros, que se salve agora a si mesmo. Se é o Messias de Deus, o Escolhido por Ele, já virá Deus em sua defesa.”

Também os soldados se juntam ao escárnio. Eles não acreditam em nenhum Enviado de Deus. Riem-se do cartaz que Pilatos mandou colocar na cruz: «Este é o rei dos judeus». É absurdo que alguém possa reinar sem poder. Que demonstre a sua força salvando-se a si mesmo.

Jesus permanece calado, mas não desce da cruz. Que faríamos nós se o Enviado de Deus procurasse a Sua própria salvação, escapando da cruz que o une para sempre a todos os crucificados da história? Como poderíamos acreditar num Deus que nos abandonasse à nossa sorte?

De repente, no meio de tanto escarnio e desprezo, uma surpreendente invocação: «Jesus, lembra-Te de mim quando chegares ao Teu reino». Não é discípulo nem seguidor de Jesus. É um dos dois criminosos crucificados com ele. Lucas mostra como um exemplo admirável de fé no Crucificado.

Este homem, prestes a morrer justiçado, sabe que Jesus é um homem inocente, que não fez nada além de bem a todos. Sente na sua vida um mistério que lhe escapa, mas está convencido de que Jesus não será derrotado pela morte. Do seu coração nasce uma súplica. Apenas pede a Jesus que não se esqueça: algo poderá ser feito por Ele.

Jesus responde imediatamente: «Hoje estarás comigo no paraíso». Agora estão os dois unidos na angústia e no desamparo, mas Jesus aceita-o como companheiro inseparável. Morrerão crucificados, mas entrarão juntos no mistério de Deus.

No meio da sociedade descrente dos nossos dias, não poucos vivem desconcertados. Não sabem se acreditam ou não. Quase sem o saber, levam nos seus corações uma fé pequena e frágil. Às vezes, sem saber porquê nem como, oprimidos pelo peso da vida, eles invocam Jesus à sua maneira. «Jesus, lembra de mim...» E Jesus os escuta, e responde: «Tu estarás sempre comigo».

Deus tem os Seus caminhos para encontrar-se com cada pessoa e nem sempre passa por onde nós pensamos. O decisivo é ter um coração para nos abrirmos ao mistério de Deus encarnado em Jesus.

José Antônio Pagola
Tradutor: Antônio Manuel Álvarez Perez

ANO C | TEMPO COMUM | SOLENIDADE DE CRISTO, REI DO UNIVERSO | 24.11.2019


Jesus Cristo é rei porque anuncia e inaugura o Reino de Deus.
As imagens de brilho e poder continuam exercendo uma irresistível sedução sobre muita gente, inclusive cristãos de carteirinha. Muitos experimentam uma espécie de êxtase quando têm a oportunidade de se aproximar de um chefe de Estado, de um rei ou príncipe, de um ídolo do esporte, de um cardeal ou do Papa. Mas os Evangelhos nos previnem severamente contra os riscos de uma identificação apressada e ingênua de Jesus Cristo com um rei ou um destes ídolos famosos. Quem identifica Deus com os reis, príncipes e sacerdotes acaba olhando o Cristo crucificado e os excluídos de todos os tempos sem entender nada.
É verdade que Jesus anunciou algo como um reino ou reinado de Deus. Ele mesmo foi aclamado como descendente do rei Davi, como o Messias e o Rei esperado. Mas isso nada tem a ver com a figura dos reis e chefes que a história nos deu a conhecer, pois vários deles assassinaram os próprios familiares para alcançar o trono. A referência dos evangelhos a Davi expressa a esperança de uma liderança nova e popular, de um líder humilde e corajoso na defesa dos injustiçados, nos moldes do frágil e rejeitado filho de Jessé, excluído pelo próprio pai da festa dos filhos e herdeiros (cf. 1Sm 16,1-13).
Jesus anunciou e colocou em ação o reinado de Deus. Deus reina quando os coxos andam, os cegos veem, os mudos falam, os presos conquistam a liberdade, os oprimidos adquirem a cidadania, os mortos ressuscitam e os pobres recebem boas notícias. Deus reina na medida em que homens e mulheres superam as relações de dominação e exercitam a solidariedade. Jesus realiza o reinado de Deus esquecendo-se de si, fazendo-se irmão e servidor de todos, prioritariamente dos últimos na escala social. Ele renuncia à igualdade com Deus, despoja-se de tudo e assume a vida humana e a posição social dos escravos.
A cena descrita por Lucas no evangelho de hoje nos apresenta Jesus crucificado entre dois condenados à morte. Toda a sua vida foi uma proclamação viva de um Deus que acolhe os últimos e faz justiça aos oprimidos. Pregado na cruz entre dois condenados, Jesus proclama de forma silenciosa e inequívoca a solidariedade de Deus com os excluídos, e põe em ação o reinado de Deus. Enquanto os reis e príncipes se afastam dos homens e mulheres e os consideram desprezíveis, Jesus compartilha a sorte dos condenados e os acolhe no seu reinado. Certamente, ele não é um rei muito convencional!
Por isso, o Cristo pendente da cruz permanece como uma espécie de espada que penetra nossa fé até à medula, e incomoda a Igreja e seus chefes. Não passam de fuga e de traição as tentativas de substituir os espinhos por uma coroa de ouro e a cruz por um trono glorioso. É na condição de condenado e de proscrito, de quem compartilha a condição dos desclassificados da sociedade, que Jesus nos livra das trevas do poder impostor e é o primogênito da humanidade regenerada, a cabeça da Igreja seu corpo, o príncipe das mulheres e homens libertos. A ele podemos pedir: “Lembra-te de mim quando entrares no teu reinado!”
Enquanto expressão mais radical da proximidade e da solidariedade de Deus com a humanidade discriminada, Jesus é potente e eloquente sacramento da humanidade renovada. É entregando-nos a vida como dinamismo e força de uma compaixão que regenera que ele nos salva. É compartilhando a humana carência que ele conquista a plenitude pela qual todos anelamos. E é fazendo-se em tudo irmão e servo que ele resgata a dignidade da verdadeira autoridade. Na boca de um dos companheiros proscritos e condenados ressoa a proclamação da inocência e da realeza de Jesus: “Ele não fez nada de mal.”
Celebremos a solenidade eclesial de Cristo Rei confirmando nossa resposta ao seu chamado para seguir seus passos, carregando a cruz da insignificância diante dos poderosos, testemunhando a fraternidade solidária acima das divisões e hierarquizações, vivendo a missão de derrubar muros e construir pontes entre pessoas, Igrejas e povos. É isso que está acima de tudo, e não uma ideologia, um projeto de poder e de governo. É nisso que repousa a plenitude da vida e a maturidade da fé. É assim que somos recebidos no Reino de Deus.
Diante de ti, Jesus de Nazaré, e dos irmãos que estão à tua direita e à tua esquerda, reconhecemos a loucura dos nossos desejos de poder e de glória, e te suplicamos: elimina do coração nosso e da Igreja estas pretensões descabidas e o medo que elas escondem. Reveste-nos da tua corajosa compaixão e guia-nos no caminho da solidariedade com os últimos, a fim de que sejamos apenas mas sempre Servidores dos mais pobres, multiplicadores dos sinais luminosos e efetivos do teu reinado ativamente presente na compaixão. Só assim contribuiremos para que reines, e seremos realmente teus irmãos e irmãs. Assim seja! Amém!
Itacir Brassiani msf
Segundo Livro de Samuel 5,1-3 | Salmo 121 (122)
Carta de Paulo aos Colossenses 1,12-20 | Evangelho de São Lucas 23,35-43

sexta-feira, 15 de novembro de 2019

Mensagem do Papa Francisco para o III Dia Mundial dos Pobres (6)

“A esperança dos pobres jamais será frustrada!”



Eles não são números!
Por vezes, basta pouco para restabelecer a esperança: basta parar, sorrir, escutar. Durante um dia, deixemos de lado as estatísticas; os pobres não são números, que invocamos para nos vangloriar de obras e projetos. Os pobres são pessoas a quem devemos encontrar: são jovens e idosos sozinhos que se hão de convidar a entrar em casa para partilhar a refeição; homens, mulheres e crianças que esperam uma palavra amiga. Os pobres salvam-nos, porque nos permitem encontrar o rosto de Jesus Cristo.
Aos olhos do mundo, é irracional pensar que a pobreza e a indigência possam ter uma força salvífica; e, todavia, é o que ensina o Apóstolo quando diz: “Humanamente falando, não há entre vós muitos sábios, nem muitos poderosos, nem muitos nobres. Mas o que há de louco no mundo é que Deus escolheu para confundir os sábios; e o que há de fraco no mundo é que Deus escolheu para confundir o que é forte. O que o mundo considera vil e desprezível é que Deus escolheu; escolheu os que nada são, para reduzir a nada aqueles que são alguma coisa. Assim, ninguém se pode vangloriar diante de Deus” (1 Cor 1, 26-29). Com os olhos humanos, não se consegue ver esta força salvífica; mas, com os olhos da fé, é possível vê-la em ação e experimentá-la pessoalmente. No coração do Povo de Deus a caminho, palpita esta força salvífica que não exclui ninguém, e a todos envolve numa verdadeira peregrinação de conversão para reconhecer os pobres e amá-los.
O consolo e a força que vem da fé
O Senhor não abandona a quem O procura e a quantos O invocam; “não esquece o clamor dos pobres” (Sal 9, 13), porque os seus ouvidos estão atentos à sua voz. A esperança do pobre desafia as várias condições de morte, porque sabe que é particularmente amado por Deus e, assim, triunfa sobre o sofrimento e a exclusão. A sua condição de pobreza não lhe tira a dignidade que recebeu do Criador; vive na certeza de que a mesma ser-lhe-á restabelecida plenamente pelo próprio Deus. Ele não fica indiferente à sorte dos seus filhos mais frágeis; pelo contrário, observa as suas fadigas e sofrimentos, para os tomar na sua mão, e dá-lhes força e coragem (cf. Sal 10, 14). A esperança do pobre torna-se forte com a certeza de que é acolhido pelo Senhor, n’Ele encontra verdadeira justiça, fica revigorado no coração para continuar a amar (cf. Sal 10, 17).
Aos discípulos do Senhor Jesus, a condição que se lhes impõe para serem evangelizadores coerentes é semear sinais palpáveis de esperança. A todas as comunidades cristãs e a quantos sentem a exigência de levar esperança e conforto aos pobres, peço que se empenhem para que este Dia Mundial possa reforçar em muitos a vontade de colaborar concretamente para que ninguém se sinta privado da proximidade e da solidariedade. Acompanhem-nos as palavras do profeta que anuncia um futuro diferente: «Para vós, que respeitais o meu nome, brilhará o sol de justiça, trazendo a cura nos seus raios» (Ml 3, 20).

quinta-feira, 14 de novembro de 2019

Mensagem do Papa Francisco para o III Dia Mundial dos Pobres (5)


“A esperança dos pobres jamais será frustrada!”


O compromisso cristão com os pobres
A opção pelos últimos, por aqueles que a sociedade descarta e lança fora, é uma escolha prioritária que os discípulos de Cristo são chamados a abraçar para não trair a credibilidade da Igreja e dar uma esperança concreta a tantos indefesos. É neles que a caridade cristã encontra a sua prova real, porque quem partilha os seus sofrimentos com o amor de Cristo recebe força e dá vigor ao anúncio do Evangelho.
O compromisso dos cristãos, por ocasião deste Dia Mundial e sobretudo na vida ordinária de cada dia, não consiste apenas em iniciativas de assistência que, embora louváveis e necessárias, devem tender a aumentar em cada um aquela atenção plena, que é devida a toda a pessoa que se encontra em dificuldade. Esta atenção amiga é o início duma verdadeira preocupação pelos pobres, buscando o seu verdadeiro bem. Não é fácil ser testemunha da esperança cristã no contexto cultural do consumismo e do descarte, sempre propenso a aumentar um bem-estar superficial e efémero. Requer-se uma mudança de mentalidade para redescobrir o essencial, para encarnar e tornar incisivo o anúncio do Reino de Deus.
A esperança comunica-se também através da consolação que se implementa acompanhando os pobres, não por alguns dias permeados de entusiasmo, mas com um compromisso que perdura no tempo. Os pobres adquirem verdadeira esperança, não quando nos veem gratificados por lhes termos concedido um pouco do nosso tempo, mas quando reconhecem no nosso sacrifício um ato de amor gratuito que não procura recompensa.
Que nossa dedicação cresça sempre mais!
A tantos voluntários, a quem muitas vezes é devido o mérito de ter sido os primeiros a intuir a importância desta atenção aos pobres, peço para crescerem na sua dedicação.
Queridos irmãos e irmãs, exorto-vos a procurar, em cada pobre que encontrais, aquilo de que ele tem verdadeiramente necessidade; a não vos deter na primeira necessidade material, mas a descobrir a bondade que se esconde no seu coração, tornando-vos atentos à sua cultura e modos de se exprimir, para poderdes iniciar um verdadeiro diálogo fraterno.
Deixemos de lado as divisões que provêm de visões ideológicas ou políticas e fixemos o olhar no essencial que não precisa de muitas palavras, mas dum olhar de amor e duma mão estendida. Nunca vos esqueçais que a pior discriminação que sofrem os pobres é a falta de cuidado espiritual.
Antes de tudo, os pobres precisam de Deus, do seu amor tornado visível por pessoas santas que vivem ao lado deles e que, na simplicidade da sua vida, exprimem e fazem emergir a força do amor cristão. Deus serve-se de tantos caminhos e de infinitos instrumentos para alcançar o coração das pessoas.
É certo que os pobres também se aproximam de nós porque estamos a distribuir-lhes o alimento, mas aquilo de que verdadeiramente precisam ultrapassa a sopa quente ou a sanduíche que oferecemos. Os pobres precisam das nossas mãos para se reerguer, dos nossos corações para sentir de novo o calor do afeto, da nossa presença para superar a solidão. Precisam simplesmente de amor.

O Evangelho dominical (Pagola) - 17.11.2019


TEMPOS DE CRISE
Nos Evangelhos recolhem-se alguns textos de caráter apocalíptico, nos quais não é fácil diferenciar a mensagem que pode ser atribuída a Jesus e as preocupações das primeiras comunidades cristãs, envolvidas em situações trágicas enquanto esperam com angústia e no meio de perseguições o final dos tempos.
Segundo o relato de Lucas, os tempos difíceis não hão de ser tempos de lamentos e desalento. Não é tampouco a hora da resignação ou da fuga. A ideia de Jesus é outra. Precisamente em tempos de crise «tereis ocasião de dar testemunho». É então quando nos é oferecida a melhor oportunidade para dar testemunho da nossa adesão a Jesus e ao Seu projeto.
Há muito tempo estamos sofrendo uma crise que está golpeando duramente a muitos. O que aconteceu neste tempo permite-nos conhecer com realismo o dano social e o sofrimento que está gerando. Não terá chegado o momento de avaliar como estamos reagindo?
A primeira coisa a fazer talvez seja rever a nossa atitude de fundo: Será que nos posicionamos de forma responsável, despertando em nós um sentido básico de solidariedade, ou estamos a viver de costas a tudo o que pode perturbar a nossa tranquilidade? Que fazemos a partir dos nossos grupos e comunidades cristãs? Definimos uma linha de ação generosa ou vivemos celebrando a nossa fé à margem do que está a acontecer?
A crise está abrindo uma fratura social injusta entre aqueles entre nós que podem viver sem medo do futuro e aqueles que estão a ficar excluídos da sociedade e privados de uma saída digna. Não sentimos a chamada para introduzir cortes na nossa vida para poder viver nos próximos anos de forma mais sóbria e solidária?
Pouco a pouco, vamos conhecendo mais de perto quem vai ficando mais indefeso e sem recursos (famílias sem nenhuma rendimento, desempregados de longa duração, imigrantes doentes, etc.). Será que nos preocupamos em abrir os olhos para ver se podemos nos comprometer em aliviar a situação de alguns? Podemos pensar em alguma iniciativa realista a partir das comunidades cristãs?
Não devemos esquecer que a crise não cria apenas empobrecimento material. Gera também insegurança, medo, impotência e experiência de fracasso. Quebra projetos, afunda famílias, destrói a esperança. Será que não deveríamos recuperar a importância da ajuda entre os membros da família, o apoio entre os vizinhos, o acolhimento e acompanhamento a partir da comunidade cristã? Nestes momentos, poucas coisas podem ser mais nobres que cuidar-nos mutuamente.
José Antonio Pagola.
Tradução de Antonio Manuel Álvarez Perez.

quarta-feira, 13 de novembro de 2019

Mensagem do Papa Francisco para o III Dia Mundial dos Pobres (4)

“A esperança dos pobres jamais será frustrada!”



Quando os pobres serão felizes?
Como não assinalar que as Bem-aventuranças, com que Jesus inaugurou a pregação do Reino de Deus, começam por esta expressão: “Felizes vós, os pobres” (Lc 6, 20)? O sentido deste anúncio paradoxal é precisamente que o Reino de Deus pertence aos pobres, porque eles estão na condição de o receber.
Encontramos tantos pobres cada dia! Às vezes parece que o transcorrer do tempo e as conquistas da civilização, em vez de diminuir o seu número, aumentam-no. Passam os séculos, e aquela Bem-aventurança evangélica apresenta-se cada vez mais paradoxal: os pobres são sempre mais pobres, e hoje são-no ainda mais.
Mas, colocando no centro os pobres ao inaugurar o seu Reino, Jesus quer-nos dizer precisamente isto: Ele inaugurou, mas confiou-nos, a nós seus discípulos, a tarefa de lhe dar seguimento, com a responsabilidade de dar esperança aos pobres. Sobretudo num período como o nosso, é preciso reanimar a esperança e restabelecer a confiança. É um programa que a comunidade cristã não pode subestimar. Disso depende a credibilidade do nosso anúncio e do testemunho dos cristãos.
A Igreja e os pobres
Ao aproximar-se dos pobres, a Igreja descobre que é um povo, espalhado entre muitas nações, que tem a vocação de fazer com que ninguém se sinta estrangeiro nem excluído, porque a todos envolve num caminho comum de salvação.
A condição dos pobres obriga a não se afastar do Corpo do Senhor que sofre neles. Antes, pelo contrário, somos chamados a tocar a sua carne para nos comprometermos em primeira pessoa num serviço que é autêntica evangelização. A promoção social dos pobres não é um compromisso extrínseco ao anúncio do Evangelho; pelo contrário, manifesta o realismo da fé cristã e a sua validade histórica. O amor que dá vida à fé em Jesus não permite que os seus discípulos se fechem num individualismo asfixiador, oculto nas pregas duma intimidade espiritual, sem qualquer influência na vida social.
Recentemente, choramos a perda dum grande apóstolo dos pobres, Jean Vanier, o qual, com a sua dedicação, abriu novos caminhos à partilha promotora das pessoas marginalizadas. Jean Vanier recebeu de Deus o dom de dedicar toda a sua vida aos irmãos com deficiências profundas, que muitas vezes a sociedade tende a excluir. Foi um “santo da porta ao lado” da nossa; com o seu entusiasmo, soube reunir à sua volta muitos jovens, homens e mulheres, que, com o seu empenho diário, deram amor e devolveram o sorriso a tantas pessoas vulneráveis e frágeis, oferecendo-lhes uma verdadeira arca de salvação contra a marginalização e a solidão. Este seu testemunho mudou a vida de muitas pessoas e ajudou o mundo a olhar com olhos diferentes para as pessoas mais frágeis e vulneráveis. O clamor dos pobres foi ouvido e gerou uma esperança inabalável, criando sinais visíveis e palpáveis dum amor concreto, que podemos constatar até ao dia de hoje.

ANO C | TEMPO COMUM | TRIGÉSIMO-TERCEIRO DOMINGO | 17.11.2019


Como construir o Reino de Deus em tempos tão difíceis?
Jesus não se deixa enganar pelo gesto meticulosamente pensado dos ricos que versam volumosas esmolas, banhadas de sangue, no tesouro do Templo. Lúcido e corajoso, ele critica a exploração que elas encobrem. Mas alguns dos seus discípulos se extasiam diante da grandiosidade dos muros e das ofertas. Será que imaginam que Deus vem a nós montado no poder, e que sua glória se expressa nos templos suntuosos? Será que a eternidade e a estabilidade são privilégios do poder e da grandeza? Será que o amor humilde e perseverante carece de brilho e de esplendor? Será que os últimos serão sempre os últimos?
Para Jesus, o futuro não é uma simples continuação dos horrores e injustiças do presente. Ele se inspira no horizonte do profeta Malaquias, para quem, no projeto de Deus há um ‘dia do Senhor’, um dinamismo semelhante ao fogo que queima como palha o atrevimento daqueles que praticam injustiças: deles não sobrará nem raízes, nem ramos. Mas, para os oprimidos, este Dia surge como sol depois de uma tempestade, fazendo-os saltar de alegria. A força de Deus que age mediante pessoas, grupos e comunidades frágeis e perseverantes reduzirá a nada as grandezas erguidas com o sangue e o suor dos pobres.
Por isso, Jesus não se impressiona com a aparente estabilidade do Templo. “Dias virão em que não ficará pedra sobre pedra. Tudo será destruído.” Ele não prevê uma vingança do destino, nem algo que acontecerá independente da ação humana. Mas quem crê nesta Palavra se liberta da sedução das grandes coisas e, na mesma medida, começa a desestabilizar os podres poderes nas suas próprias bases. Em nenhum momento, porém, Jesus nos assegura que esse caminho será fácil, pleno de êxito e de glória. Ao contrário, ele insiste que a luta é grande e difícil. O que ele faz é assegurar sua presença ao lado dos que permanecem na luta.
Viver na nostalgia e na expectativa dos grandes eventos, momentos e monumentos é contrário ao espírito de Jesus. O caminho daqueles que levam em seu corpo as marcas do crucificado é o único capaz de transportar vida e garantir fidelidade à Igreja do Senhor. Mas precisamos ficar atentos, pois, nos momentos de crise, quando os caminhos se bifurcam e os poderes estabelecidos inventam novas formas de opressão, costumam surgir mensageiros que se apresentam como libertadores, propondo estranhos caminhos de salvação e assegurando que ela está à porta. E anunciam, cinicamente: “Deus acima de tudo!”
Jesus pede que não sejamos ingênuos, e diz claramente: “Não andeis atrás desta gente!” Não podemos dar crédito a mensagens e mensageiros alheios ao Evangelho, que passam à margem da compaixão com os pobres e da humildade da semente de mostarda. E isso mesmo quando tais mensagens e mensageiros vêm do interior da Igreja e revestidos de ostensiva piedade. Não podemos seguir aqueles que nos distanciam de Jesus Cristo e seu Evangelho, fundamento, origem e meta da nossa fé. Não podemos também ceder a propostas de fuga dos conflitos e de espera passiva da intervenção de Deus.
É verdade que, nos momentos de crise, somos tentados a pedir demissão da condição de discípulos missionários ou a lançarmo-nos afoitos na restauração de estruturas caducas que parecem dar segurança. Jesus aponta para uma direção diferente. Nos tempos difíceis e contraditórios é preciso aprofundar as raízes, ampliar os horizontes, identificar o que é essencial e inegociável. O planejamento da própria defesa não pode consumir nossas melhores energias! Insegurança, marginalização e perseguição não são sinais de fracasso, mas convite a anunciar o Evangelho com a vida. “Será uma ocasião para dardes testemunho...”
Cada geração tem seus próprios problemas e desafios. Sem perder a calma, precisamos encontrar a forma adequada de testemunhar aquilo que cremos e esperamos. Não precisamos sonhar com heroísmos que ultrapassam as nossas forças, nem com defesas e seguranças que impedem que nos tornemos adultos na fé. Não podemos sacrificar a vocação profética no ambíguo altar da apologética.  Jesus não promete vida fácil para quem segue seus passos. O sucesso é mera possibilidade, mas a perseverança na luta é uma obrigação.
Jesus, sonhador indomável, verbo eloquente e profeta perseguido: fica conosco nestes tempos difíceis, de ruína e de reconstrução do mundo, da Igreja e do Brasil. Ensina-nos a viver a fé, a cultivar um estilo de vida paciente e tenaz, liberto e criativo, que nos ajude a responder aos muitos desafios sem perder a serenidade, nem a lucidez e a coragem.  Ajuda-nos a construir o mundo que sonhaste nas situações adversas nas quais vivemos, sem medo, sem passividade e sem ingenuidade, esperando como se tudo dependesse de ti e sendo criativos como se tudo dependesse de nós. Assim seja! Amém!
Itacir Brassiani msf


Profecia de Malaquias 3,19-20 | Salmo 97 (98)
2ª Carta de Paulo aos Tessalonicenses 3,7-12 | Evangelho de São Lucas 21,5-19

terça-feira, 12 de novembro de 2019

Mensagem do Papa Francisco para o III Dia Mundial dos Pobres (3)


“A esperança dos pobres jamais será frustrada!”

Deus ama e liberta o pobre!
Constitui um refrão permanente da Sagrada Escritura a descrição da ação de Deus em favor dos pobres. É Aquele que «escuta», «intervém», «protege», «defende», «resgata», «salva». Em suma, um pobre não poderá jamais encontrar Deus indiferente ou silencioso perante a sua oração. É Aquele que faz justiça e não esquece (cf. Sal 40, 18; 70, 6); mais, constitui um refúgio para o pobre e não cessa de vir em sua ajuda (cf. Sal 10, 14).
Pode-se construir muitos muros e obstruir as entradas, iludindo-se assim de sentir-se a seguro com as suas riquezas em prejuízo dos que ficam do lado de fora. Mas não será assim para sempre. O «dia do Senhor», descrito pelos profetas (cf. Am 5, 18; Is 2–5; Jl 1–3), destruirá as barreiras criadas entre países e substituirá a arrogância de poucos com a solidariedade de muitos. A condição de marginalização, em que vivem acabrunhadas milhões de pessoas, não poderá durar por muito tempo. O seu clamor aumenta e abraça a terra inteira. Como escrevia o Padre Primo Mazzolari: «O pobre é um contínuo protesto contra as nossas injustiças; o pobre é um paiol. Se lhe ateias o fogo, o mundo vai pelo ar».
Não há lugar para a indiferença
Não é possível jamais iludir o premente apelo que a Sagrada Escritura confia aos pobres. Para onde quer que se volte o olhar, a Palavra de Deus indica que os pobres são todos aqueles que, não tendo o necessário para viver, dependem dos outros. São o oprimido, o humilde, aquele que está prostrado por terra.
Mas, perante esta multidão inumerável de indigentes, Jesus não teve medo de Se identificar com cada um deles: “Sempre que fizestes isto a um destes meus irmãos mais pequeninos, a Mim mesmo o fizestes” (Mt 25, 40). Esquivar-se desta identificação equivale a ludibriar o Evangelho e diluir a revelação. O Deus que Jesus quis revelar é este: um Pai generoso, misericordioso, inexaurível na sua bondade e graça, que dá esperança sobretudo a quantos estão desiludidos e privados de futuro.

segunda-feira, 11 de novembro de 2019

Mensagem do Papa Francisco para o III Dia Mundial dos Pobres (2)


“A esperança dos pobres jamais será frustrada!”

E nós com isso?


Quantas vezes vemos os pobres nas lixeiras a catar o descarte e o supérfluo, a fim de encontrar algo para se alimentar ou vestir! Tendo-se tornado, eles próprios, parte duma lixeira humana, são tratados como lixo, sem que isto provoque qualquer sentido de culpa em quantos são cúmplices deste escândalo. Aos pobres, frequentemente considerados parasitas da sociedade, não se lhes perdoa sequer a sua pobreza. A condenação está sempre pronta. Não se podem permitir sequer o medo ou o desânimo: simplesmente porque são pobres, serão tidos por ameaçadores ou incapazes.
Drama dentro do drama, não lhes é consentido ver o fim do túnel da miséria. Chegou-se ao ponto de teorizar e realizar uma arquitetura hostil para desembaraçar-se da sua presença mesmo nas estradas, os últimos espaços de acolhimento. Vagueiam duma parte para outra da cidade, esperando obter um emprego, uma casa, um afeto.
Qualquer possibilidade que eventualmente lhes seja oferecida, torna-se um vislumbre de luz; e mesmo nos lugares onde deveria haver pelo menos justiça, até lá muitas vezes se abate sobre eles violentamente a prepotência. Constrangidos durante horas infinitas sob um sol abrasador para recolher a fruta da época, são recompensados com um ordenado irrisório; não têm segurança no trabalho, nem condições humanas que lhes permitam sentir-se iguais aos outros. Para eles, não existe fundo de desemprego, liquidação nem sequer a possibilidade de adoecer.
Com vivo realismo, o salmista descreve o comportamento dos ricos que roubam os pobres: “Arma ciladas para assaltar o pobre e arrasta-o na sua rede” (cf. Sal 10, 9). Para eles, é como se se tratasse duma caçada, na qual os pobres são perseguidos, presos e feitos escravos. Numa condição assim, fecha-se o coração de muitos, e leva a melhor o desejo de desaparecer. Em suma, reconhecemos uma multidão de pobres, muitas vezes tratados com retórica e suportados com desprezo. Se tornam como que invisíveis, e a sua voz já não tem força nem consistência na sociedade. Homens e mulheres cada vez mais estranhos entre as nossas casas e marginalizados entre os nossos bairros.
A eles só resta esperar em Deus
O contexto descrito pelo salmo tinge-se de tristeza, devido à injustiça, ao sofrimento e à amargura que fere os pobres. Apesar disso, dá uma bela definição do pobre: é aquele que confia no Senhor (cf. 9, 11), pois tem a certeza de que nunca será abandonado. Na Escritura, o pobre é o homem da confiança! E o autor sagrado indica também o motivo desta confiança: ele conhece o seu Senhor (cf. 9, 11) e, na linguagem bíblica, este conhecer indica uma relação pessoal de afeto e de amor.
Encontramo-nos perante uma descrição impressionante, que nunca esperaríamos. Assim, quando Se encontra diante dum pobre podemos estar diante da grandeza de Deus. A sua força criadora supera toda a expetativa humana e concretiza-se na recordação que Ele tem daquela pessoa concreta (cf. 9, 13). É precisamente esta confiança no Senhor, esta certeza de não ser abandonado, que convida o pobre à esperança. Sabe que Deus não o pode abandonar; por isso, vive sempre na presença daquele Deus que Se recorda dele. A sua ajuda estende-se para além da condição atual de sofrimento, a fim de delinear um caminho de libertação que transforma o coração, porque o sustenta no mais profundo do seu ser.