Antecedentes de la situación actual de las
naciones Latinoamericanas
(nota del Consejo Mundial de Iglesias)
América Latina es la región más violenta y más desigual del planeta; pero también, demográficamente, la más
cristiana.
Las tasas de violencia, sobre todo de la
violencia de género, siguen siendo excepcionalmente altas en muchas partes de
la región. La violencia generalizada se combina con el fácil acceso a las
armas, el tráfico de drogas, el contrabando, la delincuencia organizada y las
bandas.
La pobreza y la desigualdad son problemas persistentes y en aumento. En 2017, un total de 184 millones de
latinoamericanos vivían en la pobreza (30,2% de la población), de los cuales,
62 millones sufrían la pobreza extrema (10,2% de la población, el porcentaje
más alto desde 2008). Se estima que estas cifras seguirán en aumento en 2019.
El 40% de la población ocupada de la región de América Latina y el Caribe
recibe ingresos que están por debajo del salario mínimo establecido en su país,
y esa proporción es mucho mayor entre las mujeres (48,7%) y los jóvenes de
entre 15 y 24 años (55,9%). En el caso de las mujeres jóvenes, esa cifra alcanza el 60,3%. Más de la
mitad de las mujeres empleadas (51,8%) trabajan en sectores de baja
productividad y el 82,2% de ellas no están afiliadas o no están incluidas en un
sistema de pensiones.
En el 10% de los hogares más ricos de la región se concentra, en promedio,
el 34,1% de la renta total.
Los efectos del cambio climático profundizan las brechas de desigualdad en
las comunidades de la región. La vulnerabilidad se intensifica con las industrias extractivas, los
monocultivos y el crecimiento de las megaciudades; fenómenos vinculados al
modelo de producción dominante.
Las compañías multinacionales y los individuos ultraricos son en muchos
lugares más poderosos que los gobiernos. La independencia, la voz y la vitalidad de la sociedad
civil están cada vez más amenazadas, y aumenta cada vez más la influencia de
los grupos religiosos en la política. Se incrementan la polarización y la
inestabilidad en la sociedad y en la política.
Los virajes hacia el populismo en la política de algunos países de la región
han venido acompañados de un retroceso en el respeto del estado de derecho y de
muchos derechos humanos, libertades civiles y protecciones sociales y
medioambientales que habían sido conquistados con mucho esfuerzo. Hay varios Estados que no respetan el
derecho internacional humanitario o el derecho internacional de los derechos
humanos, discriminan a las personas desplazadas y a los refugiados, y dan más
importancia a la seguridad que a la justicia.
En toda la región, las mujeres y los pueblos indígenas son siempre los más
afectados por la pobreza extrema, la violencia y las múltiples vulnerabilidades.